“Él está ahí. Me habla, pero no entiendo lo que dice, me da señales que no puedo entender. No lo han cancelado, está aquí”, le dice Bruno (marcelo subiotto) y Greta (mara bestelli) con la firmeza de quien cree firmemente en su percepción. Pero la realidad es bien distinta: quien presuntamente está ahí, hablándole y dándole señas, es su pequeño hijo, quien se ahogó hace un año, mientras la familia pasaba sus días en una hermosa casa costera con vista al mar. Tienen que lidiar con el vacío y tratar de curar una herida incurable con la ayuda de Sina (Maricel Álvarez), un amigo de Greta que acude allí para darles el empujón necesario, y concretar la venta de esa propiedad llena de recuerdos y fantasmas. Fantasmas que, a diferencia de lo que sucede en las películas de terror, aquí pueden (o no) hacerse tangibles. De pérdidas, curaciones y reencuentros verter piedra de la noche, el Novena película de Ivan Fund, que tras sus pasos por el festivales de venecia y mar del plata, donde se incorporó a la Competencia Latinoamericana, llega este jueves a El cine Gaumont y las múltiples ventanas de Cine.ar.
“Hace unos diez años leí el guión original de Santiago Loza, un tremendo drama que coqueteaba con lo fantástico hacia el final. Siempre me dejaba preguntándome cómo esa pregunta hizo resonar el resto del guión”, dice el director de Reír, hoy no tenia miedo Y DISTANTE a Pagina 12. Lejos de la impronta observacional, casi etnográfica, de sus primeros trabajos, donde la cámara describía la rutina del pueblo entrerriano de Crespo, recorriendo sus calles y deteniéndose en detalles a priori insignificantes, su película inédita abraza la ficción pura a través de una historia mucho más clásica en su estructura, que oscila entre la dureza del duelo y la posibilidad de que la fantasía sea mucho más. “Ha pasado mucho tiempo y le dije a Santiago que, si él no quería dirigirlo, como era la idea original, me gustaba la idea de hacerlo, sin dejar de abordarlo desde ese elemento fantástico. En ese momento Quería hacer otro tipo de cine, más ligado a las historias de aventuras y fantasía con las que crecí.”, añade Fondo.
-¿Lo fantástico significa un gran avance en las películas de duelos?
-Sí, fue tan triste, la historia fue tan difícil, que la única forma de afrontarla fue envolver ese duelo con el lenguaje de lo fantástico, de ese tipo de cine que siempre me ha gustado, y contenerlo desde allí. Me gustaba mirarnos a la mirada para ver cómo cada uno de los personajes se acercaba a esa dura realidad. Son personajes que acaban cayendo en la mirada de ese niño que no está y que habita el imaginario de esa figura ausente. También fue una forma de ver cómo nos relacionamos. Lo fantástico viene de ahí, de cómo me relaciono con ese cine y por qué ahora me resulta tan necesario volver a conectar con él.
-Aunque lo fantástico también estuvo presente en tu anterior película, vendrán lluvias suaves, piedra de la noche es más clásico en términos de estructura y tiene un estilo menos observacional que lo que ha implementado hasta ahora. ¿Qué sucedió? ¿Sentiste que te estabas repitiendo?
-Cuando empecé a hacer cine quería hacer películas como esas que me llevaron a conectar con eso. Soy fan de Spielberg, de George Lucas… Empecé a querer hacer cine por esas películas más clásicas, en el sentido americano. Más tarde descubrí que el cine es mucho más amplio y que puedes disfrutar de todo el espectro. Un poco en broma, un poco en serio, siento que tuve la suerte de poder hacer un extraño cruce entre Spielberg y John Cassavetes, y me siento en diálogo con esas formas que a priori tienen poco en común. Hace tiempo que quería mover ese lado con una historia más universal, si se quiere, pero de una manera más íntima. Me gustan mucho las películas de monstruos, pero también la idea de ver una donde los personajes tengan alguna dimensión. piedra de la noche es una película más clásica, incluso si es un enfoque semi-tímido. La película que me gustaría hacer se mostraría más por ese lado.
-En 2014, cuando debutaste DISTANTE Y Me perdí hace una semana, le dijo a este periódico que “fue una especie de cierre de su investigación”.
-Sí, eso fue todo. piedra de la noche es un primer movimiento hacia ese lado. Es raro, porque un día me di cuenta y me pregunté por qué no había hecho esto antes. Lo pienso como si fuera una especie de colonización inversa con la que te hacen creer que hay un tipo de cine que no te pertenece. Mis películas han sido mi escuela y han determinado mis herramientas y mi manera de entender cómo me resuena el cine.
-Son películas que representan una etapa de tu vida.
– Es una gira. Y sigo teniendo un acercamiento con la inmediatez y la urgencia más propia del documental. por eso lo digo piedra de la noche Es un pivote, porque fuimos a rodar sin guión, solo con una historia de un par de páginas que habíamos escrito con Martín Felipe Castagnet. Por la mañana definía cuáles serían las escenas, rodamos un par de horas por la tarde porque era todo con luz natural, y por la noche miraba y editaba. Los actores nunca han tenido un guión. Estaba especulando sobre trabajar con ellos y confiando en que podríamos hacer una película de esa manera.
-Has trabajado con no actores hasta ahora. En este caso hay cuatro protagonistas con mucha experiencia. ¿La forma de trabajar era diferente?
-Es el primero hecho íntegramente con actores profesionales, porque en Labios había actrices, pero mezcladas con la realidad. Fueron cómplices e hicieron toda la resistencia. Ya había trabajado con Maricel Álvarez Toublanc, y él fue el primero en involucrarse e impulsar el proyecto. Conocí a Mara Bestelli durante el rodaje. Una escuela en Cerro Hueso, de Betania Cappato, y me quedé asombrado. Siempre había admirado a Subiotto y quería trabajar con él, y descubrí que era el socio de Mara. Fue genial porque pusieron su vínculo al servicio de la película. El chileno medio Alfredo Castro cayó con un paracaídas. le gustó Ellos vendrán… y el director José Luis Torres Leiva le dijo que mola, entonces hablamos un par de veces por teléfono, le dije lo que era y vino. Sé que es bastante estricto con los guiones, pero aun así confiaba en lo que estábamos haciendo. Él entendió que era un proceso flexible y que yo dijera “tu personaje tenía que decir eso, pero acabamos de filmar algo así y tendrá que reaccionar de otra manera”. Incluso me sugirió que filmara varias opciones para elegir.
-En una película donde la información escasea y los sentimientos circulan de forma encubierta, el trabajo visual es fundamental. ¿Hubo alguna directiva en particular para el director de fotografía Gustavo Schiafino?
– Jugó a nuestro favor que fuera nuestra tercera película juntos y que tuviera una sólida carrera en el cine documental junto a directores como Martín Solá o Gustavo Fontán. Ese formación se utilizó para lo que queríamos hacer, es decir, encontrar las cosas con luz natural, pero sin perder plasticidad y refinamiento estético. La escena final, por ejemplo, solo la filmamos una vez porque había poca luz, así que corrimos detrás de los actores hablando entre ellos todo el tiempo. Lo bueno de Gustavo es que no piensa solo en el aspecto visual sino en la película como un todo. Éramos solo dos miembros del equipo y teníamos que tener mucho cuidado. Aunque soy yo quien lo engendra, asumir ese nivel de libertad de acción requiere mucha responsabilidad. El nivel de confianza que se deposita en ellos es enorme.
-En la pareja protagonista hay dos formas opuestas de duelo: el padre solo y abrazado a la esperanza de lo fantástico, mientras que ella opta por apoyarse en su amiga. ¿Cómo construiste esa oposición?
-Tenía la idea de que los cuatro personajes -o los cinco, si incluimos al niño- miraban la misma cosa en diferentes escalas. Pensó en la película a través de cómo cada uno de ellos estaba relacionado con lo que estaban viendo. Lo importante de la pareja de Mara y Marcelo era que, aunque cada uno lo había vivido de manera muy diferente, aún podían empatizar y acompañarse con cariño. El punto de vista es el del personaje Maricel, testigo de cómo van sanando y conectando con ella. Y, al mismo tiempo, participa de ese lugar porque permite la posibilidad de sanar. Había algo en ese juego de empatía y de ser testigos de la vida del otro que me interesaba, y de eso trataba la película.
-Tus primeras películas funcionaban como grabaciones diarias de dibujos animados en la localidad entrerriana de Crespo, pero tanto aquí como en vendrán lluvias suaves aparece el duelo, que sería una situación extraordinaria, fuera de lo cotidiano. ¿Empiezas a interesarte por los duelos como elemento dramático?
No sé si es el duelo lo que me interesa. Es más una cuestión de apariencia, algo que de alguna manera ya estaba en otras películas. En DISTANTEPor ejemplo, hubo dos amigos que tuvieron que separarse y tratar con él. Es como el concepto japonés. mono no consciente, que remite a una mirada empática y algo melancólica sobre el futuro efímero del mundo y de las cosas. Me gustan muchas películas con ese look, como por ejemplo perdido en tokio.
-Lo que le interesa no es tanto el duelo sino lo que se va…
-Sí, la forma de ser y vivir los días. Algo de ese estado estaba dentro vendrán lluvias suaves, solo que los niños han estado ahí y aquí están los adultos que caen en la imaginación de ese niño. Me interesa más esa forma de estar frente al acontecimiento mismo que el duelo como juicio.
-En casi todas tus películas, Santiago Loza ha estado involucrado en diferentes roles. En este caso, es el autor del guión original. ¿Cómo fue la experiencia de llevar a la pantalla el trabajo de alguien con quien tienes una sensibilidad muy similar?
-Santiago me acaba de dar el guión. Fue algo que escribí hace diez años y todos cambiamos mucho durante ese tiempo. Era importante para mí honrar el corazón de ese guión y lo que me conmovió al respecto, pero con total libertad para articularlo de la forma en que me sentí en el momento en que podía contar esa historia. El texto era un marco a partir del cual hacerlo crecer hacia la mirada. Lo bueno es que Santiago vio la película terminada y quiso seguir apareciendo en los créditos (risas).
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