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Estaba en cuarto o quinto año de secundaria cuando un amigo me pidió que asistiera a una transmisión en vivo de ‘Habacilar’ y ser parte del público. Tenía un pase doble que, en ese momento, se podía obtener en la puerta principal de América Televisión, en Santa Beatriz, normalmente los sábados. El show comenzaba a las 6:30 de la tarde, pero había que llegar varias horas antes, casi saliendo de la escuela, para hacer cola y conseguir un buen lugar dentro del set de grabación.

Conducido por Raúl Romero, “Habacilar” salió al aire por primera vez en 2003 y estuvo al aire durante ocho temporadas. El programa cautivó rápidamente al público joven con sus concursos -cómo no recordar “Canta y Gana”- y juegos de destreza y conocimiento. Los participantes se llamaban “eruditos” y podían recibir hasta $200 en premios. Cualquiera podía competir, no tenías que ser un “guerrero”.

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Y la primera vez que fui allí, me tocó a mí. Todavía recuerdo cuando Liliana Barriga, Lili, del equipo de producción del programa, me vio en la fila y me dijo: “¿Quieres participar? No dudé: salí de la cola (y de mi amigo) y de repente me encontré entre bastidores con dos asistentes que me explicaban en qué consistía la prueba: tirar de una cuerda y apretar un botón lo más rápido posible para responder a una serie de preguntas Era una dinámica de equipo.

Vi todo el programa desde unas gradas de madera bajo la orquesta dirigida por el maestro Tito Chicoma, donde estaban los participantes esperando nerviosamente mi turno. Los “pitucos del balcón”, junto a Roger del Águila, tenían una vista privilegiada. Dentro del plató, el aire era bastante frío, casi helado. Esta vez pude presenciar el armado del rompecabezas de una transmisión en vivo: el productor principal dando órdenes desde un micrófono, los asistentes moviendo los medios del juego entre cortes comerciales para que estén listos en un abrir y cerrar de ojos, y las modelos firman autógrafos y tomarse fotos con el público.

Eran los juegos de Habacilar

Nunca he sido especialmente bueno en los juegos de habilidad, pero esta vez gané; o ganamos, mejor dicho, gracias al sacrificio de mis compañeros. Cada uno recibió $50 y accesorios de la marca que patrocinaba ese segmento del programa, que recolectamos del canal después de dos semanas. La producción me pidió contacto y luego de seis meses me llamaron para participar en un nuevo desafío: jugar una especie de farsa.

Me preparé mentalmente y pude ganar el premio mayor. Para un chico de quince o dieciséis años como yo, ella era millonaria. Los recibí de Raúl Romero, luego de hacer su cuenta de dinero popular que, en el plató y en casa, el público coreaba con él: cincuenta, cien, ciento cincuenta y doscientos dólares. //

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